Delegada del Junior A
No eran las mismas compañeras que las del año pasado, pues estas ya han pasado a jugar en otra categoría. Mi nueva función como delegada era la de animar a mis compañeras desde fuera, ayudar a los entrenadores y ser una figura de apoyo para quien lo necesitara.
Durante estos meses he tratado de dar lo máximo de mí para que mi equipo disfrutara del baloncesto como disfruté yo en la temporada anterior. La temporada ha tenido sus altibajos y baloncestísticamente hablando, se ha quedado muy lejos de ser una buena temporada.
Ahora que la temporada está apunto de acabar, estoy muy contenta de haber acompañado a mis compañeras en este tiempo. Desde el banquillo ha habido momentos difíciles. Para mí el baloncesto es una pasión y ver como no podía disfrutarlo jugando no ha sido, en todo momento, fácil de asimilar.
Apoyarlas, especialmente en los peores partidos, me ha enseñado a ser más paciente y, también a mantener la calma. Al principio me costaba mucho mantener los nervios cuando las cosas no estaban saliendo en pista y, además, no disfrutaba del todo viendo los partidos sin poder jugarlos. Sin embargo, pronto aprendí que si de verdad quería aportar al equipo, esta vez me tocaba a mí asumir la función de mantener la calma y ayudar a que las demás también lo hicieran.
Con el tiempo empecé a cogerle el gustillo y comencé a disfrutar realmente viendo a mis compañeras. Ir a animarlas a los partidos se convirtió en mi plan favorito de todos los fin de semana. Ellas también agradecían mucho mi trabajo y yo me sentía muy contenta por ello.
La segunda fase de la temporada, hasta el momento, ha sido la más complicada. Nos tocó jugar contra equipos muy competitivos que nos pasaron por encima en los primeros partidos. Yo, desde el banquillo percibía falta de confianza en las habilidades de mis compañeras. El entrenador aseguraba que los entrenamientos tampoco estaban siendo buenos. Intenté involucrarme un poco más en los entrenamientos también para ver si podía aportar algo. Cambié un poco mis sesiones de rehabilitación para poder trabajar con ellas mientras que hacían los entrenamientos físicos. Esto a mí me ayudo mucho en mi recuperación de rodilla, pues me sentía mucho más motivada al trabajar con mi equipo. También creo que a ellas las animó ver que yo me esforzaba todo lo que podía para poder jugar con ellas la siguiente temporada. Intente transmitirlas mis sensaciones para que se crecieran y demostraran lo que yo ya sabía y es que: eran muy buenas y estaban trabajando mucho.
Ahora, casi al final de temporada, no me puedo sentir más orgullosa de cada una de las jugadoras de mi equipo. También de mi entrenador, pues dirigir a un equipo de chicas cursando segundo de bachillerato a veces puede sacar un poco de quicio... (especialmente en temporadas de exámenes)
Pese a las circustancias, siempre voy a recordar esta temporada como una de las más especiales. Sin ser una jugadora me he sentido parte importante del equipo. He aprendido a disfrutar del baloncesto de una manera distinta, y también he encontado en este equipo un gran grupo de amigas. De la misma manera que yo he estado para el equipo en todo lo que he podido, ellas también han estado para mí en todo lo que he necesitado.
Así, de esta temporada me llevo una gran lección y es que, tanto el baloncesto como muchas otras cosas en la vida son trabajo de la cabeza. Hacer las cosas con seguridad y confianza influye mucho en los resultados.
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